Felipe Antonio Bosch Gutiérrez
Junio de 2004
Siglo.21
Recientemente tuve el gusto de participar en una reunión donde estuvimos alrededor de
150 empresarios latinoamericanos, preocupados por la realidad que vivimos, revisando el
norte que queremos alcanzar, el modelo económico frente a la creación de empleos, la
competitividad y el desarrollo de las empresas, entre otros puntos de importancia.
Llegamos a interesantes reflexiones preguntándonos por qué hemos llegado adonde
estamos. Todos los índices – en nuestra región- a excepción de Chile, muestran
desagravios, pobreza crítica, desempleo, analfabetismo y desnutrición.
Una de las conclusiones que pudiéramos mencionar a la que llegamos en ese encuentro,
fue la de tener más participación en el tema político como actores fundamentales, porque
gracias a las inversiones y a nuestro trabajo, día a día necesitamos construir un país con
las bases y condiciones necesarias para poder lograr una economía a tono con el concepto
de competitividad global. Este compromiso es lo suficientemente importante como para
exigir reglas claras y acordes con la inversión.
Un país exitoso debe gozar de un clima político con leyes de largo plazo para atraer
inversión. Los empresarios queremos poner nuestra parte, pero debemos exigir a nuestros
gobiernos que propicien ese buen clima de inversión; como indicara el ex presidente
español Felipe González en su intervención en el encuentro, “la riqueza no hay que
repartirla; hay que crearla. Lo que sí hay que repartir es el ingreso, directamente a través
de empleos y a su vez el Gobierno debe hacer inversiones en las áreas de educación, salud
y seguridad ciudadana».
Por qué en Guatemala no cambiamos el esquema de una vez por todas y empezamos a
apostar por leyes tributarias que produzcan cambios importantes hacia reformas
sustanciales y satisfactorias incentivando el crecimiento económico. Chile, que es un caso
emblemático en la región, creó un modelo con gente experimentada y capaz, y fue enton-
ces cuando empezó a vivir crecimientos de alrededor del 10% anual.
Cuán lejos estamos los demás de estas cifras.
Cosas como tener leyes nuevas que vayan directo a generar un clima de certidumbre para
la inversión y con una visión de competitividad generadora de nuevos empleos, es lo que
necesitamos en Guatemala.
Sin embargo, las ideas recalcitrantes de gente que ya ha pisado la arena política con
gobiernos trasnochados del pasado, hoy vienen de nuevo y tratan de convencernos de
lo mismo que hace años. Nunca he creído que si hacemos lo mismo, con los mismos
vamos a tener resultados diferentes; más bien deberíamos hacer cosas nuevas con gente
nueva, para tener resultados tan positivos como para que le resuelvan al guatemalteco su
terrible problema de economía familiar.
Todo esto lo digo, porque con medidas como las propuestas estamos protegiendo y
apoyando la economía informal, la cual cuenta con cifras por el orden del 70% de la
economía total del país. Además, por medidas como éstas el contrabando sigue rampante
y se castiga a las empresas y al empleo honrado y digno.
No podemos repetirnos en el pasado sin visión de futuro, porque se está poniendo en la
cuerda floja la producción de riqueza, fuente indispensable para acabar con la pobreza,
uno de los desafíos más grandes que debemos tener hoy los latinoamericanos.
Los gobiernos tienen el deber de ofrecer claridad y seguridad para atraer inversiones: los
empresarios debemos generar más empleos dentro de un marco de responsabilidad.
Todos estamos dispuestos. Pero, por favor no permitamos que el ayer fracasado se sonría
con el espléndido hoy del futuro.